Con voz propia

A la gente sólo

A la gente sólo le gusta leer de lo que ya sabe. Y hablar de lo que cree que sabe. Porque el que más cree que sabe es el que menos sabe, y el que más sabe es el más consciente de lo poco que sabe. Y blablablá. La misma configuración de la realidad, inalterable, innegociable como los movimientos de un cubo de Rubik, como las posiciones de las piezas en el tablero, como los movimientos permitidos para el caballo en el ajedrez, es suficiente para provocar en mi deseos de hacerme el harakiri tradicional en la plaza del pueblo. A la antigua usanza.

A veces es difícil aceptar el orden natural de las cosas. Se podría argumentar que es ahí donde radica la única dificultad de la vida. Entonces podríamos reducir en que es ahí donde radica la vida. Y si lo hacemos una vez más, nos quedamos con algo así como ahí la vida.

Y es que esto es lo que pasa cuando simplificas demasiado, te das cuenta de que tampoco es la solución – de que no es más que otra actitud extrema que no te salvará. No te servirá.

A la gente sólo le gusta leer de lo que ya sabe y hablar de lo que cree que sabe.

Nunca he conocido a nadie. Al menos, nadie en ese sentido.

A veces cabe preguntarse dónde nace el impulso que empuja a algunos primates a considerar sus azarosas impresiones como merecedoras de algún tipo de fenómeno sonoro. Incluso cuando es un sonido mudo, cuando es escrito. ¿De dónde viene esa voz en tu cabeza ? Es extraño darte cuenta de que estás escuchando algo sin utilizar los oídos. Y es entonces cuando vuelves a cuestionarte algunas cosas.

A menudo me encuentro fantaseando con cuáles serían las características de un ser humano que ha crecido en un entorno natural, y en soledad. Que nunca se ha relacionado con nadie, que nunca ha, siquiera, visto a otro ser humano. Un niño salvaje.

Sin necesidad de lenguaje, de gestos, de símbolos. Sin necesidad de autoconciencia. Sin necesidad de tostadora, de coche eléctrico, de reciclar o de sentirte culpable por el cambio climático.

El Doctor Mengele tiene muy mala fama. Y con razón. Pero quién, repito ¿QUIÉN será el valiente que lanzará la primera piedra? Tendrá que ser el primero que encontremos libre del pecado de la curiosidad.

A mi me encantaría agarrar a un par de renacuajos y soltarlos in the wilderness. Desde bien pequeñitos, no te creas que estoy pensando en una suerte de comando de jóvenes exploradores. Algunos morirían, sí, pero lo que me interesa es qué pasaría con los que sobreviven.

Y también me encantaría que todo esto no fuera considerado inhumano. Por mi el primero. Uno puede llegar a sentir envidia de cualquier cosa y no puedo negar que el haber nacido sin sentimientos, si bien puede dificultarte el llegar a apreciar la música clásica, el buen vino, el cine sueco o la literatura de verdad, sin duda puede llegar a ser una ventaja en según que momentos. Una por otra.

Es imposible sentir simpatía por un psicópata. Uno puede sentir fascinación, y quizá algunas personas sentirán un incontrolable impulso de someterse a sus deseos y cumplir sus órdenes. Pero la simpatía es un concepto que dificulta las cosas en mayor medida de lo que las simplifica. No tienes que sentir simpatía por algo para que te parezca interesante. Por eso triunfan los programas de asesinos en serie que echan a media noche, y los que se sumergen en la mente de los psicópatas más sanguinarios. Bueno, quizá las chicas que ven esos programas si que sientan un poco de simpatía hacia ellos. Pero es que las mujeres siempre lo han tenido todo más claro.

El ridículo es innegociable, pero nosotros nos revolcamos en el absurdo como un cerdo en su propia porquería, y hemos desarrollado la capacidad de levantar complejas estructuras a partir de la mierda. Y cuanto más desarrollamos como sociedad nuestro concepto de lo que es ridículo, bueno.

A la gente sólo le gusta leer de lo que ya sabe y hablar de lo que cree que sabe. No nos hacemos ningún favor a nosotros mismos ignorando el hecho de que todo lo que no sabemos es invisible.

Alguna vez te habrá pasado, esto que escuchas una palabra por primera vez – y luego no dejas de escucharla durante toda la semana. Quizá es porque han inventado esa palabra esta misma semana. O quizá es que eres un microbio arrogante y la enésima constatación involuntaria e inconsciente de este hecho resulta, en cierto sentido, un alivio.

Nunca seremos conscientes de que estamos aquí para hacer todo mal. Si fuéramos conscientes la cosa no tendría mayor gracia, mayor sentido, mayor función, mayor do re mi fa sol. Sigue intentando hacer todo bien, si eso te hace feliz. No sólo por falta de pan enferma el hombre.

Alguna vez te habrá pasado, esto que vas al baño a vomitar y acabas sintiendo que has compuesto una gran melodía. Desde luego mejor que ciertas novelas, desde luego mucho mejor que la opinión de los espectadores de esta carrera de galgos. Los patrones del vómito en la taza recuerdan, en cierto sentido, a las suntuosas formas de las constelaciones – no somos mucho más que las salpicaduras del vómito de nuestros padres. Y todo esto resulta familiar, pero sólo por un instante. Cuando estás a punto de echarle el guante, bueno. Cuando estás a punto de echarle el guante, se vuelve a esfumar. La insoportable levedad de mi puta vida. Keyword insoportable, keyword soportable.

Porque el mundo sólo se manifiesta ante ti con extremos.

Somos demasiado estúpidos para ser capaces de entender una mierda de cualquier otra forma.

El orgullo es uno de los pecados originales. Por algún motivo la ignorancia no es pecado. Será que no es universal, ni original. Ni pecado. Aunque a mi me lo parezca.

¿Alguna vez he dicho que odio el final de las películas? Es casi imposible encontrar un final que haga justicia al nudo de la trama. Lo más difícil es morir bien.

Porque estamos obsesionados – vivimos pensando en morir bien. Me siento ridículo cuando me encuentro acuñando frases de Marco Aurelio como buen cuñado, aquello de que, al igual que en una obra de teatro, los criterios evaluativos de la vida no se centrarán tanto en su longitud como en su contenido. Pero si es ridículo saberlo, dónde está el orgullo de no saberlo. Extremos.

A la gente sólo le gusta leer de lo que ya sabe y hablar de lo que cree que sabe.

A menudo me pregunto. Pero es una práctica que desgasta demasiado. Quizá sería más cómodo asumir y no preguntar. Total, llegados a este punto. Pues bueno.

Hace apenas unos siglos, acudíamos a la plaza del pueblo los domingos para ver una ejecución. Ahora, para aprovechar los domingos contratamos Movistar +. Creo que la ejecución ofrecía mayores réditos, mayores dividendos, mayores opciones de reflexión, mayor posibilidad de contener, además del mismo placer morboso de la muerte planeada, suficiente para justificar una subscripción mensual, una lección para el futuro. Cuánto hemos perdido, cuánto hemos entregado a cambio de la seguridad.

Nada como ver la cabeza del prójimo rodar para poner la tuya a remojar. Bueno, pues eso.

Es más sano reconocer abiertamente que estás enfermo que fingir que estás sano, no tengas ninguna duda. Al menos has dado el primer paso. La cuestión aquí es si es una cuestión siquiera de dar pasos. A veces el primero es suficiente. Efecto dominó.

Pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor es ridículo. Pensar que en el futuro la cosa cambiará a mejor, patético. Si reducimos nos quedamos con que pensar, malo. ¿Quiere que le prepare un informe con todos los aspectos relevantes de la reunión, jefe? Tengo que asegurarme de que la familia de mi jefe come primero y come mucho más que mi familia, Dios me libre de ponerme a mí mismo por delante del orden natural de las cosas.

Se cree que aún existen en torno a cien comunidades aisladas en nuestro planeta, tribus y culturas que no han tenido relación, ni siquiera constancia o conciencia, de la existencia de un mundo más allá de los márgenes de su sociedad.

Para ellos, nosotros, nuestra tecnología y nuestros logros, son extraterrestres. Su tierra, su planeta, y el resto, el espacio exterior.

Daría literalmente lo que fuera por poder cambiarme por ellos, por poder secuestrar a uno de sus miembros, robarle sus patéticas vestimentas, imitar su ridículo aspecto e integrarme en su comunidad haciéndome pasar por él.

Siempre he querido saber, qué hay más allá de las palabras, que hay más allá de los espejos, de las tumbas o de afeitarse la barba. Qué hay más allá de la agricultura, de las mochilas para el colegio o de las fundas para proteger la pantalla de tu smartphone.

Decir que es lo que siempre he querido, bueno. No sería ser fiel a la verdad. Es una necesidad o una compulsión, una de dos. Porque no son lo mismo. Extremos.

Necesito saber qué existe más allá de los planes de pensiones. Con qué nos quedamos si eliminamos el futuro de la ecuación. Cómo afectaría a nuestra percepción del tiempo. Quiero saber qué hay más allá de la palabra percepción, del concepto de percepción, y de la percepción per se. Esta mierda es agotadora, y algunos no me lo están poniendo fácil.

Para el momento en que tengas treinta años, tú serás tu peor enemigo.

A la gente sólo le gusta leer de lo que ya sabe y hablar de lo que cree que sabe.

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Dicen que los humanos no inventamos las matemáticas, sólo las descubrimos. Como el fuego o la electricidad.

A la gente sólo le gusta leer de lo que ya sabe y hablar de lo que cree que sabe.

Eso significa que hay esquinas, piezas que giran y rotan, otras se desgastan y quizá algunas empiecen a chirriar. Como la maldita persiana metálica del centro de fisioterapia que hay debajo de mi casa, cada mañana, sine qua non. Como los putos imbéciles de mis vecinos, dando portazos todo el día.

Quizá podríamos decir que los humanos no inventamos las máquinas, sólo las descubrimos. Lo que está claro que no inventamos fueron las emociones. Quién coño habría hecho algo así queriendo.

Para el momento en que tengas treinta años, tú serás tu peor enemigo.

Siempre hemos tratado de huir de ellas. De dejarlas atrás. Son parte fundamental de nuestra vida, pero también un vestigio a grandes rasgos inservible en la mayoría de las áreas de la vida moderna, como los meñiques o el vello.

Al menos, por ello abogaban our ancestors

En España se gritó muerte a la inteligencia. Quién sabe qué otras barbaridades se han gritado por ahí.

Emociones. Arma de doble filo. ¿ Qué nos queda sin ellas ? Un bocadillo sin mantequilla sigue siendo mejor que un no bocadillo.

A la gente sólo le gusta leer de lo que ya sabe y hablar de lo que cree que sabe.

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Estás condenado a aguantar. Tu fuerza y tu sabiduría son tu maldición. A veces me pregunto si no sería más fácil de la otra manera.

La próxima vez que alguien choque el hombro conmigo por la calle, bueno.

La próxima vez que alguien choque el hombro conmigo por la calle, como filosofía de vida.

La próxima vez en que tenga que fingir, gritar, llorar, cantar, reír, fingir, escuchar, hacer como que escucho, hablar, dialogar, conversar, debatir, espantar, reflexionar, saborear, fingir, esconderme, fingir, lavar, sentenciar, aguantar, respaldar, fingir o fingir, bueno, eso. En definitiva eso.

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A la gente sólo le gusta leer de lo que ya sabe y hablar de lo que cree que sabe.

Para el momento en que tengas treinta años, tú serás tu peor enemigo.

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