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Bohemia Librería: Nada es verdad, todo está permitido

6 de septiembre de 1951. Número 122 de la calle Monterrey de la Ciudad de México. El cuerpo de Joan Vollmer yace inerte sobre un gran charco de sangre. Su cabeza está reventada por un balazo que le ha atravesado la frente. El asesino es nada más y nada menos que su marido, el incipiente escritor William Borroughs.

Borroughs y Vollmer habían llegado a México en 1949 escapando de los cargos de consumo y posesión de drogas que pesaban sobre el escritor. Él, heroinómano. Ella, enganchada a las anfetaminas. Conformaban una pareja destinada a estrellarse en cualquier momento. Lo que no sabían es que ese final implicaría la muerte de uno de ellos. A manos del otro.

Se dice que Joan Vollmer tenía un vaso sobre su cabeza porque Borroughs, apasionado de las armas, intentaba demostrar su destreza emulando a Guillermo Tell. Pero sin ningún tipo de éxito. La bala que disparó quedó alojada en la cabeza de su mujer, y otorgó a William la categoría de asesino aún antes que la de escritor.

Fue ese único disparo, certero y mortal, el que convirtió a Borroughs en el escritor maldito que conocemos. Él mismo dijo, treinta y cuatro años después del hecho: “Todo me lleva a la atroz conclusión de que jamás habría sido escritor sin la muerte de Joan”.

Esa misma tarde, William Borroughs fue detenido. El caso salió en todas las portadas de los diarios mexicanos y también estadounidenses. “Escritor dispara a su mujer intentando demostrar su puntería” era un título muy tentador para los tabloides. El hecho era demasiado realista para Borroughs. Tenía en ese momento 37 años, y había pasado gran parte de su vida experimentando con sustancias y los efectos que estás provocaban en su cerebro. Estaba sumido en un mundo surrealista que, repentinamente, se había terminado de un disparo. La realidad era dura. Estaba preso en una cárcel mexicana por el homicidio de su mujer.

Tras su detención, la familia de Borroughs, millonaria debido a que su abuelo había inventado la calculadora, movilizó todo el aparato judicial y político para salvarlo de la condena penal y social que un hecho de semejante magnitud significa.

Permaneció detenido nada más que catorce días por el homicidio antes de ser liberado. Sospechosamente, la causa se encontraba mal archivada. Es por esto que hasta hace bien poco no pudieron conocerse los pormenores de la misma, más de sesenta años después. Tiempo suficiente para que Borroughs estuviera muerto.

A pesar de no haber cumplido la condena, la sombra de la muerte siempre estuvo al acecho de la vida del escritor. Incluso él se refirió en varias oportunidades a su pasado. Lo definió como “un río envenenado, del que tuve la fortuna de escapar, y cuya amenaza aún siento años después”.

No sería la última vez en que la sombra de la muerte y las armas sobrevolaron la vida de Borroughs. Hubo otro hecho mítico, ya casi al final de su vida cuando, en 1994, conoció a Kurt Cobain.

Borroughs era un escritor maldito, y considerado como parte de la Generación Beat, a pesar de afirmar no sentirse inmerso en ningún movimiento literario en particular. También era un verdadero amante del jazz y el punk desde la primera hora (había visto a los primeros Ramones tocar en vivo), y era amigo de Mick JaggerBob Dylan y Patty Smith.

Por todos esos motivos, su intelecto generaba fascinación entre los músicos jóvenes de los primeros años noventa. De esta admiración no quedaba al margen el músico grunge Kurt Cobain, cantante y compositor de Nirvana. Cobain había invitado a Burroughs a participar de videos de su banda en repetidas ocasiones, sin ningún éxito.

La realidad es que a William Borroughs no le gustaba la música de Kurt Cobain. Estaba menos interesado aún en mentir para quedar bien. Cobain, por su parte, se declaraba fan acérrimo del escritor. Y le gustaba demostrarlo. “Me encanta todo lo que empieza por B: BukowskiBeckett, pero sobre todo, Burroughs», decía.

El encuentro se dio, paradójicamente, casi al final de la vida de ambos. William Borroughs ya tenía 83 años, y Kurt Cobain moriría apenas unos meses después, para entrar al mítico club de los 27 en el que ya se encontraban artistas como Jimmy HendrixJim Morrison o Janis Joplin.

Sólo cuatro fotos fueron rescatadas de ese encuentro, que no resultó demasiado revelador para William Borroughs. El escritor le comentaría a su ayudante que Kurt Cobain “era un chico raro, fruncía el ceño sin ningún motivo”. A pesar de eso, le regaló un retrato y fue muy amable con él.

Para su cumpleaños número 27, Borroughs envió a Cobain un collage. Había dibujado al músico junto a una máquina vieja y rota pero que servía para aumentar la potencia sexual. El mensaje que acompañaba el regalo decía: “felices 27 ,y que cumplas muchos más…”.

Para agregarle mayor misterio al asunto, una de las teorías conspirativas de la muerte de Cobain dice que Borroughs fue el instigador del suicidio del músico. La hipótesis reza que, en ese encuentro que tuvieron, William le habría recomendado a Kurt comprarse una “dream machine”, una máquina que, supuestamente, permitía entrar en trance, pero que podía volverte loco si abusabas de ella.

5 de abril de 1994. Luego de varios días de infierno debido a su adicción severa a la heroína, Kurt Cobain se pega un tiro en la cabeza con una escopeta Remington calibre 22. Cuando Borroughs se entera de su muerte, dice: “cuando lo conocí, ya estaba muerto”.

Nunca podremos desentrañar la verdad absoluta de los hechos contados en este texto. Ni siquiera para los presentes existe una sola verdad. La verdad dependerá exclusivamente de nuestra propia percepción.

Si buscamos “la verdad de los hechos”, se dice que William Borroughs estaba obsesionado con el mítico líder de una antigua secta que tenía que ver con la muerte, Hassan-i Sabbah. Cuenta la leyenda que las últimas palabras que este líder sectario pronunció antes de morir fueron «Nada es verdad, todo está permitido».

Burroughs aseguró que la frase era una contraseña mágica. «Se dice que un iniciado que desee conocer la respuesta a cualquier pregunta sólo necesita repetir estas palabras cuando se duerme y la respuesta llegará en un sueño».

Así que vos, artista, lector, escritor, sos un practicante de magia a través de la cual se han manifestado los fantasmas de este texto. Nada es verdad. Todo está permitido. Que los sueños te revelen las respuestas.

Texto de Gisela Monti. Bohemia Librería. @bohemia.libreria / @gisela.monti

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