Miscelánea

Bohemia Librería: The dark side of the moon – cuando Debbie Harry conoció a Ted Bundy

Theodore Robert Cowell es psicólogo y abogado. Un golden boy con dos títulos antes de los treinta años. El sueño americano encarnado en un ser humano. Está enamorado perdidamente de Stephanie, una mujer que, de un día para el otro y sin darle ningún tipo de explicación, desaparece de su vida. A partir de ese momento, la vida de Theodore da un vuelco, y comienza a dedicar gran parte de su tiempo a reconquistarla.

Hasta ahí todo parece relativamente normal. Theodore fue ghosteado cuando aún no se sabía qué era el ghosting. Es lógico que buscara algún tipo de explicación al respecto o, incluso, que dedicara gran parte de su tiempo a reconquistar a Stephanie mientras saltaba de trabajo en trabajo.

También es normal que una persona inteligente no se conforme laboralmente. Nada parecía hacer saltar las alarmas respecto de la vida de este joven americano. Una vez que logró reconquistar a Stephanie, y justo en el momento en que la notó más enamorada que nunca, se borró para siempre de su vida, haciéndole probar de su propia medicina.

Todos tenemos un lado oscuro, el ying y el yang y mil teorías al respecto así lo confirman. El lado oscuro de Theodore Robert Cowell era Ted Bundy. Theodore había sido criado por sus abuelos maternos creyendo que éstos eran sus padres. Hasta sus cuatro años le ocultaron la verdad: su hija, supuesta hermana mayor de Ted, era su verdadera madre.

Cuando la madre de Ted fue mayor de edad entabló un vínculo y se casó con el que luego sería el padrastro de Theodore, del cual el joven tomó el apellido Bundy. Eso no le permitió borrar su triste historia, pero sí sería el primer antecedente del cambio rotundo de personalidad que Theodore Robert Cowell estaba a punto de afrontar.

No más Theodore – hola Ted Bundy. Estudiante exitoso capaz de comerse el mundo a mordiscos devenido en uno de los asesinos en serie más crueles de Estados Unidos.

En 1973, y luego de abandonar a Stephanie sin dar explicaciones, Ted Bundy empezó a robar en casas y comercios. Más tarde confesaría haber violado y asesinado a más de treinta mujeres entre 1974 y 1978.

Una noche de verano de 1974 Ted se encontraba patrullando las calles de Manhattan en búsqueda de una nueva víctima. La Avenida C de East Village estaba desolada. Sin embargo, en la parada de taxis esperaba una joven rubia, de complexión pequeña, ideal para ser la nueva víctima de Ted.

A pesar de ser verano, la joven estaba enfundada en una campera de cuero que parecía no abrigarla demasiado, las manos apretadas en los bolsillos, las piernas flacas y temblorosas.

Ted calculó que no debía ir muy lejos, probablemente trabajaba en un bar de la zona. Parecía apurada. Ofrecerle ayuda sería sencillo, nadie sospechaba nunca de un tipo como Ted. Sus rasgos físicos y su ropa siempre impecable hacían que se ganara rápido la confianza de las mujeres, y él lo sabía. Por eso las coleccionaba como Barbies muertas.

Ted frenó su auto blanco bordeando la acera, justo donde estaba parada su joven víctima.

-Hola! Difícil encontrar taxi a esta hora, eh! Si quieres puedo alcanzarte hasta donde vayas, no es hora para que una chica como tú ande sola por las peligrosas calles de Manhattan.

-No, muchas gracias. No puede ser que no haya un taxi en todo Manhattan en una noche de verano!… prefiero esperar. Gracias de todos modos -dijo la rubia con una sonrisa de compromiso.

-En serio? No creo que prefieras esperar. Sube, supongo que no irás lejos, nadie va tan lejos en Manhattan. Vivo aquí cerca, soy contador en el City Bank, el edificio ese negro que está en la otra cuadra. De verdad, no me es molestia alcanzarte.

La rubia dudó por un instante, pero Ted sabía que sólo necesitaba un instante. Esbozó su mejor sonrisa de dientes blancos y una mano con las uñas pintadas de negro abrió la puerta del acompañante.

-Me llamo DebbieDebbie Harry. Voy hasta el Weston Club, está justo a diez cuadras de aquí.

Ted la miró y se acercó con su cuerpo para cerrar la puerta. El bolso de Debbie, que tenía flecos, impidió que la misma se cerrara del todo. Pero no importaba. Su nueva víctima ya estaba arriba del auto.

Ted estaba cegado de placer y lujuria. La violaría todas las veces que sean necesarias. Si se resistía demasiado, primero la mataría y luego tendría sexo con su cadaver. Apretó el acelerador a fondo. No sabía dónde iba, pero no le sería difícil encontrar un sitio sin gente. Ya casi era de madrugada.

Cuando el auto aceleró a fondo, Debbie sabía que ese hombre era capaz de matarla. Quiso agarrar la manija de la puerta, pero el coche estaba completamente desmantelado por dentro. Era una pantalla, al igual que el aspecto físico que alojaba el alma desmantelada de Ted Bundy.

Debbie gritó e intentó sin sentido golpear a Ted, que en seguida le dio un cachetazo mientras calmadamente le decía:

-No tengas miedo, no te voy a lastimar.

Los ojos de Ted estaban desorbitados. Era como si de repente su personalidad se hubiera transformado una vez que logró que ella subiera al coche. Debbie podía oler su muerte.

Mientras el auto transitaba por East Village, un enorme camión de limpieza de aceras se cruzó en el camino de Ted. Un imprevisto que no pudo eludir mientras forcejeaba con Debbie, que cayó fuertemente y con todo su cuerpo sobre la puerta del acompañante, abriendo la puerta mágicamente debido a que su bolso había impedido que se cerrase completamente.

Debbie cayó sobre el asfalto caliente y mojado. El auto de Ted arrancó a toda velocidad antes de que ella pudiera pedir ayuda.

En 1989 Ted Bundy fue condenado a la silla eléctrica por los atroces femicidios cometidos entre 1974 y 1978. Debbie Harry sólo contó su historia después de que Ted estuviera muerto. Aún durante los años en los que estuvo en prisión, ella seguía temiendo por su vida.

Texto de Gisela Monti, Bohemia Librería. @bohemia.libreria / @gisela.monti

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