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Filmografía recomendada: Six acts

Six Acts (Shesh Peamim) es una película israelí del año 2012 dirigida por el entonces novel Jonathan Gurfinkel. La cinta nos presenta a Gili (Sivan Levy), una adolescente que pretende escalar dentro de la escala social de su nuevo instituto valiéndose de la promiscuidad y la sumisión sexual. El largometraje fue seleccionado para el Festival de Cine de Tribeca de 2013 con buena acogida por parte de jurado y público.

El film está dividido en seis actos o episodios, en los que la protagonista va cada vez un paso más allá dentro de una espiral de lujuria y baja autoestima. Se trata de la clásica muchacha rebelde con problemas en casa que necesita de la aceptación de los jóvenes de su edad para compensar los desequilibrios afectivos presentes en su dimensión familiar. Pese a sus esfuerzos por presentarse y actuar como una chica enrollada, divertida y atractiva, es menospreciada por sus nuevos compañeros debido a su aleatorio y desenfrenado comportamiento sexual.

Se acaba por encariñar con uno de ellos en concreto, pero lo único que consigue despertar en los hombres es una mezcla de lástima y rechazo, y su relación con estos se limita a un par de mamadas en situaciones deprimentes y bastante turbias. Su deliberada apariencia facilona y desenfadada crea la ilusión de que cualquiera que lo intente podrá acostarse con ella, por lo que, cuando en alguna arrancada de orgullo, pretende recuperar una posición de dignidad y ser tratada con respeto, el tiro le sale por la culata. Mientras busca encontrar aceptación y despertar el interés y el deseo, sólo se encuentra con recelos, desprecio y humillaciones.

Six Acts aborda la desorientación y la angustia que sufren muchas chicas adolescentes, criadas en un mundo cada vez más tecnológico y menos personal, esto es, cada vez más rápido y cruel. Cada vez más eficiente. En una sociedad donde se bombardea a la mujer, prácticamente desde la infancia, con ideales estéticos y de felicidad pasajera y satisfacción constante del placer, cada vez es más común encontrar muchachas incapaces de controlar este exceso de libertad y estímulos, y con una verdadera dificultad para conseguir relacionarse con el género masculino más allá del sexo.

Estamos ante una historia cotidiana y creíble, que suena familiar al espectador y causa un efecto que se balancea entre la excitación y la vergüenza ajena. La función de la cinta no es otra que poner de relevancia este conflicto de roles que hemos presenciado directa o indirectamente en muchas ocasiones. Una joven muchacha que utiliza su cuerpo como cebo y como arma, y un grupo de jóvenes de clase media alta que no tienen mayor motivación ni desafíos en su día a día que volcarse en la ardua tarea de convertirse en copias idénticas los unos de los otros.

La curiosidad y la pasividad de Gili responden más a la necesidad de ser tomada en cuenta, valorada y apreciada, y no es tanto un apetito sexual voraz lo que dirige sus erráticas acciones. Pero esta ausencia de escrúpulos y de autonomía la convierte en el hazmerreír y el pasatiempo de los cafres de su nuevo instituto, que no tienen el más mínimo interés en tratarla como a un ser humano. El final de la película, abierto, deja una sensación extraña en el cuerpo, ya que permite al espectador visualizar la profundidad real del pozo en el que se ha caído la protagonista del film.

Se trata, por lo tanto, de una película sobre adolescentes que trata temas de verdad, por lo que su visionado resultará enriquecedor en la medida en que sea capaz de hacer reflexionar al espectador sobre ciertas cuestiones relacionadas con la manera en que se comportan, se entienden y se comunican algunos sectores de las generaciones criadas bajo el You Only Live Once.


Texto de Tarek Morales

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