Espíritu deportivo

Floyd Mayweather vs Logan Paul, la victoria de la meritocracia (en parte)

Esta noche tiene lugar el «combate» de boxeo entre Floyd Mayweather, ex-libra-por-libra mejor boxeador del planeta, y Logan Paul, un conocido influencer que goza de mucha popularidad dentro del mercado juvenil americano. Es este último dato el que justifica que un individuo sin mayor experiencia en el mundo del boxeo que la de subirse al ring para enfrentar a otra personalidad de internet, el youtuber británico KSI, haya conseguido firmar un contrato para pelear contra una leyenda del cuadrilátero. Son muchas las voces (una vez más; ya ocurrió lo mismo cuando Floyd Mayweather y Conor McGregor protagonizaron el más celebre duelo entre boxeo y MMA hasta la fecha) que han manifestado su descontento en redes sociales y otras plataformas, argumentando que este tipo de shows no hacen ningún favor al legendario deporte del pugilismo, y que es injusto que una pelea entre una leyenda del boxeo y una personalidad mainstream de tres al cuarto reciba una mayor cobertura y atención que otros boxeadores con mayor talento y un probado historial; deberían ser ellos los que accedan a los grandes nombres, las grandes peleas y las grandes bolsas. Pero no es así como funciona este negocio, y nunca lo ha sido.

Para Floyd Mayweather (50-0 como boxeador profesional), este tipo de espectáculos son accesibles gracias al trabajo que tanto él como su equipo han hecho durante más de tres décadas. Floyd Mayweather comenzó a boxear cuando apenas tenía 6 años, comprensible si atendemos al hecho de que tanto su padre Floyd Mayweather Sr como su tío Roger Mayweather se han dedicado al boxeo de manera profesional. Floyd siguió el consejo de su abuela, la primera en identificar desde una temprana edad el talento latente en el joven, sugiriéndole apostar por el deporte del cuadrilátero en lugar de poner sus miras en encontrar un trabajo. Acostumbrado a llegar a casa sólo para encontrar jeringuillas de heroína en el hogar, Floyd creció en un entorno donde las drogas habían tomado el control de su madre y sus erráticas decisiones. En este entorno, sólo el deporte sirvió como válvula de escape para Money Mayweather, y la disciplina del boxeo ayudó a canalizar la rabia, el dolor y la ambición de un joven llamado a grandes cosas. El boxeo fue el refugio de Floyd, y el gimnasio, el laboratorio donde las armas y las habilidades de uno de los más grandes to ever do it fueron pulidas y optimizadas durante décadas de entrenamientos dictados por su padre, o por su tío, en esas ocasiones en que el bueno del Senior estuviera incapacitado para ejercer sus labores por estar en prisión, por su adicción a las drogas, o por las continuas broncas y peleas que siempre ha mantenido con su hijo.

Floyd Mayweather ha derrotado a 24 campeones del mundo y se ha visto envuelto en 26 peleas en las que han habido títulos mundiales en juego en cinco divisiones de peso diferentes. En su dilatada carrera, Floyd ha vencido a 4 hall of famers, generando más de 24 millones de dólares en compras de payperview y 1.6 billones de dólares en entradas a lo largo de su carrera, unos números que le sitúan como el boxeador que más dinero ha generado en la historia. En el salón de la fama del boxeo desde este año 2021, Floyd Mayweather fue nombrado el atleta mejor pagado del año 2018 por la revista Forbes con ingresos de 275 millones de dólares, números de infarto generados en gran medida por la enorme repercusión y alcance del Floyd Mayweather vs Conor McGregor celebrado en Las Vegas ese mismo verano. Fundó Mayweather Promotions en 2006, rompiendo su relación con el magnate del deporte Bob Arum y sentando un poderoso precedente, siendo capaz de promocionar sus peleas a través de su propio sello promotor.

La ambición es un poderoso conductor del comportamiento, y también un arma de doble filo, pero para Floyd Mayweather ha significado el motor que le ha empujado a generar unos números de infarto, sin que ello repercuta en su disciplina en el gimnasio o en su rendimiento entre las cuerdas. Manny Pacquiao, Canelo Álvarez, Miguel Cotto, Juan Manuel Márquez, Óscar de la Hoya, Sugar Shane Mosley,Ricky Hatton, Zab Judah o Arturo Gatti son algunas de las víctimas más ilustres de un luchador que se ha caracterizado por ser capaz de tomar la mejor decisión en el momento adecuado durante toda su carrera, tanto dentro como fuera del ring.

Y es que no es casualidad que Floyd Mayweather sea reconocido por su olfato para los negocios, por su capacidad para generar atención y repercusión, por ser capaz ampliar sus fronteras y espacios de influencia y por cultivar una marca que rompe barreras. Su capacidad para reconocer los movimientos del adversario y adaptarse, emitiendo una respuesta quizá a mayor velocidad incluso de a la que su propio rival es capaz de lanzar su ataque, tiene su origen en las habilidades desarrolladas sobre la base de un talento especial por Money Mayweather en el gimnasio, su refugio.

Se pueden contar con los dedos de una mano las veces que hemos visto a Floyd herido en una pelea o encajando un golpe limpio. Bendecido con unos reflejos excepcionales, Floyd Mayweather ha basado su carrera en su boxeo defensivo. Clave para su longevidad, Floyd es un firme defensor del ‘tocar y que no te toquen’, una visión del deporte que aboga por medir riesgos y buscar el máximo retorno a cambio del esfuerzo más eficaz. Durante sus primeros años en el boxeo profesional, en las categorías de peso super pluma y ligero, Floyd hacía uso de un estilo más ofensivo y vistoso, boxeando sobre la punta de los dedos y apostando por intercambiar más, pero problemas de lesiones en sus manos acabaron por hacer al púgil originario de Grand Rapids, Michigan replantear su estrategia y cambiar su estilo. Haciéndose dueño y señor del famoso Philly Shield, Floyd demostró una nueva manera de boxear detrás del shoulder roll. Siempre cómodo contra las cuerdas, Floyd perfeccionó, pelea a pelea y año tras año, un estilo muy difícil que acabó por hacer parecer fácil. Muchos son los que han intentado imitarle en gimnasios de todo el mundo, con cómicos resultados. Capaz de reconocer patrones en el ring mejor que nadie, Pretty Boy Floyd ha desarrollado una carrera perfecta con un récord impoluto que será muy difícil de replicar, no tanto por lo rimbombante e intimidante de los números en sí, sino por la cantidad de nombres de alto calibre que dieron un paso al frente para tratar de tachar el invicto y fracasaron en el intento.

Floyd se retiró oficialmente (por segunda vez, a la Jordan) en 2015, tras elevar su record hasta el cuasiperfecto 49-0 venciendo al americano de orígen haitiano Andre Berto, pero cuando se presentó la oportunidad de tomar parte en una megapelea de pronóstico billonario, Money(no le llaman así por nada, hombre) no se lo pensó dos veces y, tras un tiempo removiendo las aguas testeando el posible valor de su inversión, se lanzó a promocionar la que sería la pelea con más ventas en payperview de la historia. Y ya entonces fueron muchos los miembros de la comunidad pugilística que, desde el sofá de casa o la mesa de la cafetería de la esquina de la calle de la casa donde se encuentra dicho sofá, pusieron el grito en el cielo en plataformas a lo largo y ancho del globo ante tan grotesca demostración de poder. Parece ser que todos y cada uno de aquellos que critican a Floyd Mayweather por luchar contra Conor McGregor, o contra Tenshin Nakusawa, o contra Logan Paul, serían los mismos que rechazarían la posibilidad de amasar una fortuna de proporciones intergeneracionales a cambio de tomar parte en una pelea que ya saben ganada de antemano. Claro, claro.

Floyd Mayweather se ha ganado a pulso todas y cada una de las oportunidades que tiene (y que aprovecha). Ha cimentado una carrera excelente en la que ha ido coleccionando las cabezas de leyenda del boxeo tras leyenda del boxeo durante casi dos décadas, mediante acertados movimientos publicitarios y sabias inversiones que han contribuido a aumentar su libertad a la hora de defender sus propios intereses en la mesa de negociaciones, reclamando el control de su propia carrera (en colaboración con el misterioso Al Haymon, el exitoso promotor fantasma del mundo del boxeo) y sentando nuevos precedentes de repercusión en la cultura y en la industria del entretenimiento. Una figura deliberadamente polémica, no duda de hacer uso de sus redes sociales o sus apariciones públicas para transmitir una imagen que polariza la opinión y asegura que, ya sea para verle vencer o porque deseas verle noqueado, el espectador va a encender la tele para verle.

Esta noche, el ex-libra-por-libra mejor boxeador del mundo y uno de los mejores, si no el mejor, luchador de la historia se sube al cuadrilátero con un simple youtuber. Este es el análisis que a priori podríamos realizar, y podríamos acompañarlo de una curada explicación que argumenta por qué este evento es un insulto hacia el honorable arte del boxeo, una injusticia hacia los boxeadores ‘de bien’ que han hecho siempre las cosas como se deben hacer, y un negativo mensaje hacia la juventud acerca de cuáles son los valores que se están transmitiendo con todo esto. Pero este análisis, aunque acertado en parte, no sería completo, ni justo.

Esta noche, Floyd Mayweather reclama su trono como el atleta más relevante del mundo, una posición alcanzada solo a través de un esfuerzo que le ha llevado desde el gueto y sus circunstancias en Michigan hasta la cima del deporte mundial. Sólo alguien con la repercusión y el prestigio de Floyd Mayweather es capaz de generar tanto revuelo por pelear con alguien que no es siquiera un boxeador profesional, y este evento no hace sino reforzar su popularidad y su hegemonía. Para muchos un shitshow, pasado un tiempo la gente no tendrá mayor recuerdo de esta pelea ni de ninguna de sus otras, pasadas o futuras, exhibiciones. Lo que quedará entonces es el recuerdo de uno de los mejores boxeadores de la historia, una mente brillante en el cuadrilátero con un instinto para los negocios a la par.

Amante devoto de la polémica, para Floyd las críticas son parte de lo que busca. Esta noche, Floyd Mayweather vs Logan Paul promete generar muchas críticas, sea cual sea el desenlace. Pero qué efecto pueden tener las críticas en la misma persona que lleva poniéndose a si misma en la línea del fuego, durante tantos años, ante tantos desafíos. Desde su infancia en Grand Rapids o en Brunswick, Nueva Jersey, a través de más de tres décadas de entrenamientos, Floyd ha conseguido construir una coraza que le defiende de críticas y boxeadores por igual. El público puede esperar el mismo tipo de comportamientos y apuestas por sí mismo en el futuro, y el tiempo dirá si su sed de riquezas y repercusión acaba por detonar su imperio, en diversos sentidos. Siempre envuelto en líos (denuncias de maltrato que acaban en prisión, dramas familiares retransmitidos en televisión nacional, escándalos en su vida privada relacionados con su desenfadado estilo de vida) Floyd parecer no tener mayores escrúpulos a la hora de decidirse a copar los titulares de prensa.

Su abuela fue la primera en reconocer un talento que le viene de familia y que ha dado forma a toda su existencia. Fue ella la que le dijo que siguiera peleando, que no dejase de pelear, y ya se sabe la influencia que las abuelas pueden tener en sus nietos, incluso en el caso de una familia tan disfuncional como el clan Mayweather. Y todo parece indicar que asi será. Floyd no dejará de pelear. Por prestigio, por repercusión, por dinero. Pero sobre todo porque se lo ha ganado, o así lo cree él. Se ha ganado el derecho a tomar control absoluto de sus decisiones, y en unos tiempos en que la industria del espectáculo, aunque más intrusiva que nunca, parece haber entrado en un claro estancamiento que acabará indefectiblemente por representar un declive, arrastrando de paso buena parte de nuestra identidad cultural (así estamos, sí) Floyd Mayweather puede ser uno de los últimos grandes íconos del boxeo en cruzar el puente e instalarse en una posición de popularidad basándonos sólo en sus méritos profesionales. Así que, en cierto sentido, es nuestro deber, como miembros de la hermandad del cuadrilátero, la de defender la reputación y los intereses de este billonario que volvía a casa cada día después de su entrenamiento en su refugio, el gimnasio, para encontrar jeringuillas de heroína en el suelo de casa de su madre.

En unos tiempos donde los méritos no son la primera vía para alcanzar el éxito, o, mejor dicho, donde el mismísimo concepto de mérito está sufriendo un cambio de significado de manera orgánica (o quizá de manera deliberada …hmm…) Floyd se ha ganado (vuelvo y repito) por derecho propio la posición desde la que opera. Y la moraleja es simple. Si te esfuerzas, y te esfuerzas más (y tienes talento y suerte, de esto nadie habla) quizá tú también seas capaz de transformar tu realidad, desde los confines del gueto en el deprimente y decadente estado de Michigan en los años 80 hasta tu mansión en Las Vegas; desde ver a tu padres pelear hasta protagonizar peleas con leyendas del boxeo o de las MMA).

Floyd Mayweather vs Logan Paul es un símbolo de libertad y un triunfo de la meritocracia (al menos por el lado de Pretty Boy Floyd; quizá otro día podamos hablar de cómo el bueno del hermano mayor de Jake Paul simboliza precisamente ese cambio de modelo en cuanto a valores y méritos en la sociedad mainstream occidental se refiere. Y una vez más, el calculador Floyd tiene la victoria en sus manos antes de empezar la batalla. Y es que, como la carrera de Floyd Mayweather atestigua, nunca puedes perder cuando apuestas por ti mismo.

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